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Cuando una pareja inicia su historia, todo parece sencillo y fluido: la admiración mutua, la ilusión de compartir, la sensación de que juntos pueden con todo. Sin embargo, con el paso del tiempo, muchas parejas experimentan una transformación dolorosa: lo que antes era encanto se convierte en molestia, lo que parecía complementar ahora divide. ¿Cómo se explica este cambio tan drástico?
Desde la Terapia Integral de Pareja (TIP), esta transformación no es un fracaso personal, sino un proceso comprensible que puede ser abordado y reconducido.
La neurociencia ha mostrado que en las primeras etapas del enamoramiento el cerebro libera un “cóctel químico” de dopamina, oxitocina, norepinefrina y serotonina, que produce euforia, atracción intensa y una especie de enfoque obsesivo en la pareja. Este estado, sin embargo, tiene una caducidad natural: con el tiempo el organismo se habitúa y esas sustancias disminuyen.
Lo que viene después no es menos valioso, aunque sí menos “adictivo”: surge un amor más maduro, caracterizado por la intimidad, la complicidad cotidiana, la confianza y la capacidad de sostener proyectos en común. Entender esta transición ayuda a no idealizar las primeras etapas de la relación y a reconocer que los conflictos no siempre son signo de fracaso, sino parte de un proceso natural de ajuste y crecimiento.
Al inicio, las diferencias suelen vivirse como atractivas: una persona calmada se complementa con otra más activa; alguien detallista con alguien espontáneo. Pero con los años, esas mismas diferencias pueden empezar a verse como incompatibilidades: lo “tranquilo” se percibe como “lento”, lo “enérgico” como “agotador”.
Este proceso no ocurre porque uno “eligió mal” o porque “no se dio cuenta a tiempo”, sino porque las diferencias dejan de interpretarse como riqueza y comienzan a vivirse como amenaza. En otras palabras, el mismo rasgo que en un inicio resultaba atractivo puede transformarse en motivo de conflicto.
Cuando las diferencias se vuelven incompatibilidades, muchas parejas caen en un círculo predecible de interacción negativa. Según la TIP, los pasos más frecuentes son:
Coerción: uno intenta forzar al otro a cambiar mediante presión, reproches, gritos o silencios. Puede que funcione a corto plazo, pero genera resentimiento y distancia.
Vilipendio: se pasa de criticar conductas a etiquetar a la persona. “Eres egoísta”, “eres inmadura”, “eres incapaz de cambiar”. Estas etiquetas deterioran la visión del otro y alimentan la hostilidad.
Polarización: cada uno se atrinchera en su postura, exagera las diferencias y deja de reconocer las fortalezas del otro. Se intensifica la distancia emocional y disminuyen los gestos positivos.
Este patrón no solo desgasta el vínculo, también convierte a la pareja —que antes era fuente de gratificación— en un estímulo asociado a frustración, aburrimiento o incluso dolor.
La TIP propone una alternativa: aceptar las diferencias en lugar de intentar eliminarlas. No se trata de resignarse ni de conformarse con una relación infeliz, sino de generar una mirada más realista y compasiva hacia la pareja. Cuando se entiende que ciertas divergencias son parte natural de cualquier relación íntima, disminuye la lucha por cambiarlas y se abre la posibilidad de reconectar desde la comprensión.
Es fundamental aclarar que aceptación no es permisividad: aceptar implica reconocer la humanidad del otro, validar que las diferencias existen y elegir convivir con ellas sin intentar borrarlas a la fuerza. Pero aceptar no significa tolerar actitudes dañinas, agresivas o irrespetuosas. El reto está en distinguir qué aspectos pueden integrarse en la convivencia y cuáles requieren un límite claro.
Toda relación implica diferencias; lo importante es cómo se gestionan.
El paso del amor romántico al amor maduro es natural y necesario para construir vínculos más sólidos.
La aceptación, más que la coerción, es la clave para recuperar la conexión, siempre que no se traduzca en permisividad frente a conductas dañinas.
Si sientes que tu relación ha entrado en un ciclo de coerción, reproches y polarización, la terapia de pareja puede ayudarte a romper ese círculo y construir nuevas formas de encuentro.
Jacobson, N. S., & Christensen, A. (1998). Acceptance and Change in Couple Therapy. New York: Norton.
Barraca, J. (2010). Terapia Integral de Pareja. Madrid: Desclée de Brouwer.